Podemos definir al hambre como la necesidad fisiológica de calorías, agua y sal que es motivada por una mezcla de factores, incluyendo tu dieta, hormonas del apetito y factores emocionales como el estrés.
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¿Sientes hambre todo el día?
Esa sensación es controlada por la dieta, las hormonas del apetito y otros factores emocionales como el estrés, la deshidratación, el alto consumo de carbohidratos refinados, un mal descanso, entre otros.
Debemos diferenciar que una cosa es tener un incremento de apetito cuando hemos estado entrenando duro en el gimnasio, si se está embarazada o se tenemos el síndrome premenstrual. El problema se da cuando siempre sentimos un hueco interminable en el estómago sin ninguna razón aparente.
Debido al estilo de vida tan agitado que llevamos hoy en día hemos aprendido a ignorar las señales que nos manda nuestro cuerpo.
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Consejos para controlar el hambre
Escucha las señales que te manda tu cuerpo. Muchas veces llegamos a confundir sed con el hambre, por lo que terminamos ingiriendo los líquidos que necesita nuestro cuerpo junto a grandes cantidades de comida. Según algunos estudios, las personas responden de manera inapropiada a esta sensación de sed y prefiere comer.
Un truco es tomar dos vasos con agua antes de una comida, eso evita que ingieras entre 75 y 90 calorías extra que no necesitas.
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Evita consumir tus alimentos frente a distracciones. ¿A qué tipo de distracciones me refiero? Pues evita comer frente al televisor o mientras hablas con alguien, así las probabilidades de que comas menos, más despacio y proceses tus alimentos de forma natural serán mayores.
Elimina esos antojos que sabes que te hacen mal y no puedes dejar tan fácilmente como lo son una rebanada de pizza o un gran plato de pasta.
Procura ir reduciendo tus porciones o deja esos gustitos como recompensa para un día a la semana, por ejemplo. Al seguir consumiendo estos alimentos sin control nuestro cuerpo está llenándose de carbohidratos refinados, comida altamente procesada que no cuenta con nutrientes saludables, por lo que el cuerpo procesa la comida rápidamente y eleva los niveles de azúcar en la sangre, estimulando así el hambre.
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No dejes de lado tu sueño de belleza. Las personas que duermen poco suelen comer casi 400 calorías de más al día siguiente. A veces tenemos tantas cosas que hacer todo el día, llegamos a casa, nos acostamos, dormimos cinco o seis horas, nos levantamos y seguimos con la misma rutina sin darle a nuestras horas de sueño la importancia que merecen.
Relájate y deja el estrés a un lado. Así como con la falta de sueño, el estrés no te pide que comas alimentos saludables sino los que son ricos en grasas y azúcares. Estar bajo mucho estrés puedes bloquear tu apetito a corto plazo, pero si el problema pasa de ser un caso aislado a algo habitual, lo más posible es que liberes altos niveles de cortisol y te sientas casi obligado a comer más.
El consumo de más proteínas te mantendrá saciado por más tiempo, lo que evitará que estés picando a cada rato.
Reduce tu consumo de alcohol. Al consumir alcohol somos más susceptibles a ingerir alimentos altos en calorías. Esto se debe a que el alcohol nos deshidrata haciéndonos creer que necesitamos comida cuando en realidad necesita agua.
No te saltes las comidas. Cuando tu estómago está vacío por mucho tiempo, produce un aumento en la hormona del hambre conocida como grelina que hace que el tracto gastrointestinal espere más comida, lo que al final tengamos más deseos de comida y por ende terminamos comiendo de más.
Intenta cambiar un poco tu dieta. Reduce el consumo de alimentos refinados. Además, es la misma alimentación la que puede ayudarte a dormir mejor, estresarte menos y hacerte sentir bien con tu propio cuerpo.